miércoles, 5 de octubre de 2011

Down on my knees


Sonando: Jeff Buckley - Hallelujah

Ya te lo he dicho alguna vez: esta canción siempre hace que me ponga religioso. No hablo de religioso en el sentido divino, grande y ruidoso de la palabra, sino de una forma íntima, umbría, introvertida. Pienso en ti y los sentimientos bajan a la punta de los dedos, gotean de mi pelo, ondulan con cada nota como un charco cuando llueve.

Siempre he pensado en blanco y negro, no hay colores en mi imaginación, ni siquiera grises. Cuando cierro los ojos, o cuando me evado y pienso en mis cosas, todo lo que veo son manchas de claridad en un fondo negro. Ahora que lo pienso, representa bien lo que sé de ti, retazos, un boceto de una persona, líneas poco claras, ínfimos puntos de luz en una extensa penumbra, no es lo suficiente como para enamorarme.

Pero eso no significa que no me agites. Poca gente lo consigue, sorprenderme, impresionarme, hacer que me dé cuenta de que les he subestimado. No suelo subestimar porque no suelo estimar, no juzgo a la gente de primeras. Pero si me he formado una opinión de alguien tras un tiempo, es raro que cambie, que se rompa y que tenga que tirar todos mis esquemas a la basura y crear unos nuevos, o renunciar a cualquier esquema contigo.

No sé si es Buckley o eres tú, pero el caso es que me tranquilizas, me provocas sonrisas y escalofríos, me trastocas la mente. Y así como estoy, agitado pero no revuelto, me estoy dando cuenta de que he vuelto. Ya no hay el Gabriel frío, contento, bueno y sin inspiración que ha habido durante los últimos tres o cuatro años.

De repente me siento vulnerable, me siento mal o me siento bien, voy y vengo, cambio de opinión. Pienso en ti y todo mi mundo se inclina, siento vértigo, descargo adrenalina y quiero que esa sensación no se vaya. Todavía estoy entumecido, es normal, ha sido mucho tiempo sin sentir casi nada y me va a costar acostumbrarme, pero puedo hacerlo, vivir en un mundo inclinado.

Mientras va terminando la canción de Buckley voy apurando los últimos escalofríos antes de encender la luz y poner otra canción cualquiera, antes de que mis sentimientos, fríos y líquidos, suban por mi espalda y se vuelvan a guardar dentro de mí.

Hoy no estás aquí para darte un beso con la mente de rodillas, pero escuchando a Jeff, pensé que podía construirte una capilla de palabras.



Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.

jueves, 4 de agosto de 2011

Eclosión

Cuando Nathan Stewart (el hombre con más éxito de toda América en el mundo del marketing) llegó a casa aquel día, todo en él irradiaba confianza y seguridad, al menos para cualquier observador normal.

Un observador avispado, sin embargo, habría notado que en su sonriente muro de piedra facial, había grietas. Habría percibido cómo esas grietas iban gradualmente marcándose más, en el eje central de su cuerpo. Habría advertido, alarmado, que Nathan Stewart al llegar a casa aquel día se estaba partiendo en dos y que, efectivamente, las dos mitades se estaban desprendiendo la una de la otra.

Al caer definitivamente al suelo los dos trozos vacíos de Nathan con un sonido hueco, dicho observador habría podido vislumbrar, si se hubiera fijado bien, a un pequeño ser de un color verde oscuro, húmedo, arrugado, lloroso y frágil, y habría podido verlo correr penosamente a la cama y abrazarse a la almohada, manchando las sábanas de lágrimas y sangre.

El único consuelo -pensó Nathan Stewart mientras lloraba- es que los observadores avispados escasean.





Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.

jueves, 14 de julio de 2011

.


Ella se dio la vuelta, y entonces los vio.


Esos ojos.

Esa mirada.


El terror la incapacitó, agarrotándole el pecho. Cayó de rodillas llorando. No podía moverse. Todo empezó a quemar, a abrasar.

En cuestión de un segundo, la ropa se deshizo en polvo bajo el poder de aquella mirada. Su piel ya se había deshilachado cuando el calor hizo que su carne se convirtiera en polvo seco. Ni siquiera tenía ojos para llorar cuando sus huesos se derritieron, ni cerebro para sufrir cuando desapareció por completo del universo, calcinada, desintegrada.


Él la miró, divertido, y sonrió: "¿Se encuentra bien, señorita?"

"¿Eh? Sí, sí."




Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.

viernes, 10 de junio de 2011

Otōto-sama

Me gustaría bienvenir a mi hermano, Jaime, a Blogspot. Seguro que tiene mucho que aportar! Oh Dios mío, patata frita!

http://nostromojap.blogspot.com



God shave the Queen.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Clockwork Heart

I have got a clockwork heart,
but it can't beat anymore.
Loved a girl, she broke me apart,
and my heart seams were all torn.

I have always been quite smart,
so when I shook off my sore,
I could fix it part by part,
and the clockwork heart was born.

I have got a clockwork heart,
but it can't beat anymore.
If you take it all apart

and assemble it once more,
will you like what you will see?
Could you wind it up for me?



Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.

viernes, 25 de febrero de 2011

Ciencia casera en un laboratorio mental

Si consideramos:

1. Un objeto cualquiera, como mi ordenador portátil (o sea, los átomos que lo componen), con diferentes situaciones según el tiempo (hoy está encima de la mesa, ayer en la cama, hace 4 años eran piezas, hace 10 eran materia prima, etc.)

2. El tiempo como la cuarta dimensión (no tengo ni idea de si lo es, creo recordar que Einstein llamaba a la cuarta dimensión el espaciotiempo, pero Einstein sabía de lo que hablaba, y yo solo estoy jugando con ideas).

Se puede llegar a la conclusión de que, lo que en el presente vemos que es el ordenador, es una proyección tridimensional instantánea, de un conjunto de átomos que no son solo en ese instante, sino que son en el pasado y son en el futuro. Es decir, lo que vemos en un instante cualquiera, por ejemplo en "ahora", es una parte de lo que el ordenador es. Es la "sección" presente, de lo que el ordenador es en el tiempo.

Es el mismo principio que cuando imprimes tu huella dactilar. Si las líneas de mi dedo son tridimensionales, ¿cómo consiguen, mediante un sencillo mecanismo, volverse bidimensionales? La huella es una proyección en 2D de un objeto en 3D (mi dedo), de la misma manera que el-ordenador-ahora es una proyección tridimensional concreta del concepto tetradimensional el-ordenador-cuando-sea (para t=ahora).

Todo esto me recuerda a esas secuencias de imágenes dibujadas en un cuaderno, de tal forma que al ir pasando rápido las páginas se ve, por ejemplo, una pelota botando. La pelota, en 3D, sería esa especie de cilindro en zig-zag que conforman los sucesivos dibujos de la pelota en cada página. La pelota, en 2D, como tal, no existe. Para hablar de la pelota en 2D hay que hablar de "la-pelota-en-tal-página", que equivaldría a lo de "mi-ordenador-ahora".

El tiempo crea esa ilusión, como la del cuaderno. Como solo pasan las páginas hacia un lado en el universo, parece que los instantes anteriores ya no están. Pero en realidad sí que están, a solamente unos segundos de distancia hacia atrás, a lo largo de la cuarta dimensión. Una distancia insalvable para la ciencia, en teoría, porque avanzamos por el tiempo, inevitablemente, a un segundo por segundo.

Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.

domingo, 6 de febrero de 2011

viernes, 14 de enero de 2011

Somos la gente de principios de siglo

Ante un cuadro del pintor Lundström, que representaba unos jarros de agua, comentó el señor K.:

—¡Un cuadro de la antigüedad, de una época bárbara! En aquella época los hombres no sabían distinguir ya nada: el círculo no parecía ya redondo; ni la punta, puntiaguda. Los pintores se veían obligados a recomponerlo todo para mostrarles a los clientes algo definido, unívoco y preciso; veían a su alrededor tantas cosas vagas, fugitivas, dudosas; tenían tanta hambre de integridad que estaban dispuestos a celebrar a un hombre por el solo hecho de que no comerciase con su propia locura. El trabajo se repartía entre muchos; esto se ve perfectamente en este cuadro. Quienes determinaban la forma de los objetos no se preocupaban por su función; con este cántaro no se puede servir agua. En aquella época hubo seguramente muchos hombres a quienes se consideraba sólo como objetos útiles. También de eso tenían que defenderse los artistas. ¡Una época bárbara, la antigüedad!

Alguien hizo observar al señor K. que el cuadro era de la época actual.

—Sí —dijo con tristeza el señor K.—, de la antigüedad.

Historias del Señor Keuner

Bertold Brecht

lunes, 3 de enero de 2011

Para evitar las condicionales del tercer tipo

Decía mi admirado Yitán Tribal, del Final Fantasy IX, que cuando pasan cosas a nuestro alrededor, solo caben dos posibilidades: actuar o no actuar.

Decía un personaje de Walter Moers, Hildegunst von Mythenmetz (soy la hostia de culto), que la sensatez y el miedo eran los dos mayores frenos del Universo a la hora de actuar, y yo estoy de acuerdo con él.

Pero a medida que voy creciendo, tengo la sensación de que se dramatiza mucho la equivocación. La gente se harta de no actuar, y se harta de no equivocarse.

Partiendo de que cada uno es cada uno (y que lo que digo me sirve hoy a mí, pero no sé si es válido para los demás), creo que, en la vida, el que no arriesga, no gana. Y desde que descubrí que sin miedo a equivocarme me divertía mucho más, tengo opiniones más arriesgadas, hago locuras impensables para gente prudente y me lanzo al vacío sin pensar en el fracaso.

Me he equivocado muchas veces, claro, ha habido épicas columpiadas, pero jamás jamás jamás jamás he tenido la sensación de que no valiera la pena el intento.

Recomiendo las locuras por amor. Recomiendo llamar a una amiga e irte a... no sé, a la ría de Cubas en piragua a ver atardecer. Recomiendo coger el coche un día en verano e ir a Galicia a ver a quien quieres, o jugártelo todo a un beso a cara o cruz solo por una corazonada. O coger el coche con un amigo y cruzar el mundo, aunque solo sea por el viento en el pelo y los acordes de guitarra.

Soy un tío tranquilo y con cierta tendencia a la pasividad, pero al menos soy consciente de ello, y de que solo se es joven una vez, y luego nunca vuelve, nunca jamás.

Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.